Un vistazo a la comedia romana: Plauto y Terencio

»Mala cosa es tener cogido un lobo de las orejas, pues no sabes cómo soltarlo ni cómo continuar aguantándolo.» 

                                                                                              Verso 506 de Phormio, obra de Terencio.

 »Pero yo, canalla, voy a honrarte con la cruz y su tormento». 

                                               Verso correspondiente a la escena sexta de Amphitruo, obra de Plauto.

La literatura no es sólo un bello medio de entretenimiento, ni tampoco únicamente un vehículo para expresar las emociones humanas; más aún, es una herramienta fantástica para acercarse a las sociedades del pasado desde una óptica distinta. Con esto último muy presente, parte este artículo para tratar de ofrecer una aproximación a la comedia romana. Dicho esto, es imperativo precisar que nos centraremos fundamentalmente en un subgénero de ésta, la palliata, cultivada por los dos dramaturgos más famosos de la Antigua Roma: Plauto y Terencio.

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Máscaras de teatro romanas. Fuente: natureduca.com

¿Cuándo y por qué surge el teatro, y más en concreto la comedia, en Roma?

La escasez de fuentes es un problema que hace que nuestro conocimiento sobre las primeras manifestaciones dramáticas en Roma sea limitado y en todo caso no muy claro. Tito Livio, historiador del siglo I a.C., nos dice que la primera representación teatral tuvo lugar en el año 240 a.C. de la mano del griego Livio Andrónico, formando parte de las celebraciones por la victoria de Lutacio Cátulo sobre los cartagineses en el año anterior.

Esto no quiere decir que en Roma se desconociese por completo el arte teatral con anterioridad a esa fecha. No debemos olvidar que Roma llevaba siglos conviviendo con los etruscos al norte y teniendo contacto durante varias décadas con la Magna Grecia al sur. Tito Livio nos dice que las que podemos considerar como primeras representaciones »pre-teatrales» tienen lugar entre los años 265-264 a.C. En ese tiempo una peste asolaba la ciudad y, entre otros actos destinados a apaciguar la ciudad, se instituyeron los que Livio denominó Ludi scaenici, que consistían en una serie de danzas al son de la flauta sin texto previo a cargo de ludiones traídos de Etruria. Acto seguido, los jóvenes romanos se lanzaban a imitarlos, pero en este caso se arrojaban entre ellos pullas en versos más bien toscos. Poco a poco, estas representaciones se fueron popularizando y pasan a ser interpretadas por actores profesionales.

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir que las primeras manifestaciones de carácter pre-teatral tienen lugar en Roma en la década de los años 60 del siglo III a.C. Son en todo caso una especie de variedades, en las que se intercalan danza, poesía y algunas escenas inconexas. Es 240 a.C. la fecha que más nos interesa, pues es la que marca la implantación del teatro literario en Roma, a imitación de los modelos griegos, ganando una complejidad inexistente hasta ese momento.

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Mosaico representando una danza. Fuente: domus-romana.blogspot.com.es

¿Qué géneros?

Dentro de la comedia romana podemos distinguir cinco tipos atendiendo a sus diferentes características: La que mejor conocemos es la palliata, que es el primero que conoce un cultivo literario. Bebe de la comedia nueva griega y se caracteriza por ambientarse en Grecia (casi siempre en Atenas), y tener personajes griegos; el otro rasgo que la define, es la importancia que se le concede a la expresión literaria sobre la corporal. Además de Plauto y Terencio, de los que hablaremos más a delante, destacaron otros autores como Livio Andrónico, Nevio o Cecilio Estacio. Este último es quizá el más interesante, ya que fue considerado en la Antigüedad como el más grande de los comediógrafos latinos, pero por desgracia sus obras no han sobrevivido al paso de los siglos. El segundo tipo es la conocida como comedia togata, que en este caso no tiene modelo griego directo, la ambientación y los personajes pueden ser indistintamente romanos o itálicos. En la atellana, ya no existe modelo griego: la ambientación y los personajes son itálicos, mientras que el argumento es simple y de naturaleza bufonesca; en contraste con las anteriores, aquí la expresión corporal cobra mucha más importancia. Respecto al mimo, que ya tiene precedentes en Grecia, lo más destacado es que tanto la ambientación como los personajes pueden ser griegos o romanos; su argumento es simple y la expresión corporal es aquí protagonista. El último tipo es la trabeata, cuya existencia sólo conocemos por una nota del historiador Seutonio que nos informa de que fue creada por un tan Gayo Meliso, del que no tenemos más noticias.

Tito Macio Plauto (254-184 a.C.)
Plauto, al que algunos denominan como el ‘’Molière romano’’ es seguramente uno de los autores romanos más conocidos a nivel popular en la actualidad, y sin duda uno de los escritores clásicos más apreciados. Es un reconocimiento del que ya gozó en vida, cuando se ganó el favor y el entusiasmó de las multitudes que atestaban el teatro en la ciudad de Roma. Sus comedias fueron las que mejor supieron conectar con el público, tanto por su contenido como por su forma, proporcionándole a éste un rato de evasión de su dura vida en la ciudad de las siete colinas.

De su biografía no es mucho lo que podemos decir; datos dispersos, aquí y allá, que apenas nos ayudan a cercarnos a la vida de este personaje. Su fecha de nacimiento no está clara, aunque se considera que tuvo lugar hacia el 250 a.C., habiendo nacido en la localidad de Sarsina, en la Umbría septentrional. Es posible que fuese soldado y luego actor (o viceversa), pero lo que sí parece cierto es que, tras ganar algo de dinero con el teatro, lo perdió todo con el comercio. Viéndose sin recursos, habría empezado a trabajar como tahonero al mismo tiempo que comenzaba a escribir sus propias comedias. Con el tiempo, el éxito de éstas le habría permitido abandonar el anteriormente referido oficio y vivir de su arte. La fecha de su muerte si la conocemos con un grado suficiente de fiabilidad, y podríamos fijarla en el año 184 a.C.

Centrándonos en su obra literaria, Plauto se dedicó casi exclusivamente a la palliata. En virtud de ello, aprovechó en muchas ocasiones los modelos de la comedia nueva griega; de hecho, buena parte de sus obras son adaptaciones o parten de alguna obra helena. Pongamos un par de ejemplos: Las Synaristosas (‘’Mujeres desayunando’’), de Menandro; Rudens tiene como base una obra de Dífilo de título desconocido; por último, Trinummus (el ‘’Tesoro’’) y en Mercator (el ‘’Mercader’’), bebe de Filemon.

El número de obras escritas por Plauto es un asunto que despertó la discrepancia ya en la Antigüedad. Varrón (116-27 a.C.) concluyó que de todas las que circulaban en su tiempo, sólo 21 eran de Plauto; si bien mostraba dudas con algunas otras por su estilo. Son precisamente esas 21 obras las que han llegado hasta nosotros, y que conocemos con el nombre de fabulae Varronianae. Aulo Gelio, autor del siglo II d.C., escribió que en su época circulaban todavía 130 comedias a nombre de Plauto, a las 21 comedias que tenía por obra de Plauto se sumaban comedias más antiguas que el comediógrafo refundió (algo que también hizo, al parecer, Shakespeare), mientras que otras las adjudica a un tal Plautio.

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Actores con máscara. Fuente: natureduca.com

En lo que se refiere a las líneas argumentales, lo cierto es que las comedias de Plauto apenas difieren unas de las otras; son temas repetidos con frecuencia que, sin embargo, no dejan de entusiasmar al público. Las comedias de Plauto carecen de suspense, de hecho, en los prólogos se informa en muchas ocasiones de lo que se verá en escena. No importa, es el cómo y no el qué lo verdaderamente fundamental. El gran objetivo de Plauto es siempre divertir al espectador; no le importa perder en la caracterización de los personajes ni ahondar en su comportamiento, lo que él busca es el mayor impacto cómico posible. Para ello, recurre a una gran variedad de recursos: máximo movimiento escénico posible, ruptura de la ilusión escénica mediante referencias a acontecimientos de Roma o alocuciones directas al espectador, la grosería o el lenguaje. Así pues, no es ni en la originalidad de los argumentos, ni tampoco la creación de personajes complejos, lo que más destaca en Plauto. Es el lenguaje, caracterizado por su gran riqueza expresiva, y que no es sino el latín hablado por el romano de a pie, y salpicado por palabras griegas y púnicas, lo que explica parte del éxito de Plauto y a la vez determina el porqué de su importancia actual, en el sentido en que es un testimonio del habla popular de la época.

Publio Terencio Afro (¿194?-159 a.C.)

La fortuna ha tenido a bien que los dos autores cuyas obras mejor conocemos de la comedia romana presenten importantes contrastes entre sí. Para empezar, conocemos bastantes más datos de la vida de Terencio, gracias a que Seutonio escribio una biografía sobre él. En ella, nos cuenta que nació en Cartago, y que llegó a Roma como esclavo del senador Terencio Lucano -primer dato importante-. Su amo, al contrario de lo que podría esperarse, se esmeró en darle una buena educación y acabó por liberarle. Desde muy joven, Terencio se mueve por los círculos más selectos de la urbe romana. Se hace buen amigo de Escipión Emiliano y Cayo Lelio, jóvenes apasionados por el mundo griego, como también lo será Terencio. Tras una suerte dispar en Roma, parte hacia Grecia para vivir de primera mano la cultura helénica que tanto le atrae, pero nunca volverá a Roma. Aunque las circunstancias de su muerte no están del todo claras, posiblemente murió en el naufragio del barco en el que regresaba a Italia, tenía treinta y cinco años.

El segundo aspecto en el que Terencio y Plauto divergen completamente es en lo concerniente a nuestro conocimiento sobre su producción literaria. Efectivamente, del africano tenemos noticias de seis comedias, y todas ellas han llegado hasta nosotros. Estas obras fueron representadas entre 166 (Andria) y 160 a.C. (Adelphoe, Hecyra). Ya en vida, Terencio se vio inmerso en la batalla dialéctica a la que le empujaron desde expertos a otros autores. Acusado de »dejarse ayudar» en la escritura, de contaminación o incluso de plagio, lo cierto es que algunas de estas prácticas eran algo bastante extendido entre los comediógrafos de la época.

Terencio conoció en vida un éxito limitado de su obra. Nunca consiguió conectar del todo con la gran mayoría de los espectadores que acudía al teatro. Un caso paradigmático es el de Hecyra, que en cinco años se representó tres veces, las dos primeras de las cuales no se llegó a acabar porque el público abandonó las gradas para ir a ver pugilatos, funambulistas y gladiadores. Sólo sabemos de un gran éxito, Eunuchus (El eunuco), que se representó dos veces el mismo día y que le acarreó unos ingresos de 8.000 sestercios (la mayor cifra mayor pagada por una obra, al menos que sepamos).

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Miniatura de un pergamino medieval sobre la obra de Terencio. Fuente: biografica.info

La explicación de que no llegase a penetrar de forma total en el público de su época, reside en las características de sus comedias. De nuevo en contraste con Plauto, las obras de Terencio son más complejas, sus personajes están mejor caracterizados y la acción se desenvuelve de manera más lenta, además el lenguaje que usa se acerca más al latín hablado por las élites cultas que al de las masas populares que eran el grueso de su público. Pese a ello, Terencio se ganó el aplauso de la posteridad; casi todos los expertos de la Antigua Roma lo consideran el más grande de todos los comediógrafos, ganándose los elogios de César o Cicerón, el cuál alabó la elegancia de su lenguaje.

Plauto y Terencio en la posteridad

Como epílogo a este recorrido, no está de más ver cómo varió la consideración de nuestros dos protagonistas con el transcurrir del tiempo. Cicerón valoró muy positivamente la obra de ambos, no tan buena opinión tenía el poeta Horacio de Plauto, del que critica su »chapucería artística» y que su única preocupación era »monetaria». Ya en nuestra era, el interés por Plauto se recupera con el movimiento arcaizante del siglo II. La Edad Media es, sin embargo, el gran momento de Terencio.

No será hasta el renacimiento del siglo XII, y sobre todo ya en el Renacimiento del XV, cuando la obra de Plauto vuelva a ser valorada en su justa medida. Se multiplican las adaptaciones y las representaciones de la obra de Plauto, sobre todo en Italia. También en España encontramos autores muy influídos por la comedia plautiana, hasta el veto expreso de Lope de Vega. En cualquier caso, ambos autores influenciarían en gran medida en el teatro moderno, y más en concreto en las figuras de Shakespeare, Molière y Calderón de la Barca, los grandes nombres del teatro universal.

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Bibliografía

BIELER, Ludwig (2000): Historia de la literatura romana, Gredos, Madrid.

PLAUTO –introducción y notas de Mercedes González-Haba- (1992): Comedias, Gredos, Madrid

POCIÑA, A. (1997). »Épica y teatro» en CODOÑER, C. -coord-, Historia de la literatura latina, Cátedra, Madrid.